La esperanza de vida ha experimentado un espectacular aumento desde principios del siglo pasado. Hacia el año 1900, la esperanza de vida en Estados Unidos rondaba los 50 años. En España, era notablemente más reducida, al situarse en el entorno de los 35 años.
En poco más de un siglo, se ha conseguido más que doblar la esperanza de vida que, según datos del Banco Mundial, se encontraba ligeramente por encima de los 72 años a en mediciones del año 2016. El caso de España es especialmente reseñable, al pasar de los mencionados 35 años a los casi 83 años. Especialmente destacable es la esperanza de vida de las mujeres, que ya supera los 85 años, por algo más de 80 años en el caso de los hombres. El avance de España en este terreno ha sido espectacular y ya se encuentra entre los países más longevos del mundo.
Hacia una población severamente envejecida
El hecho de vivir cada vez más años tiene una implicación directa: se camina hacia una población fuertemente envejecida, algo a lo que no contribuyen los nuevos nacimientos, muy inferiores a lo que se necesitaría. España tiene una de las menores tasas de fertilidad del mundo (menos de 1,4 hijos por mujer), muy alejada de la tasa necesaria para el reemplazo poblacional (2,1 hijos por mujer).
Según proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), el mayor crecimiento poblacional de las próximas décadas tendrá lugar en el segmento de población de más edad. Hacia el año 2052, el grupo de mayores de 64 años contará con 7,2 millones más de personas, hasta un total de 15,5 millones, lo que representaría casi el 40% de la población total y daría lugar a una estructura de población de pirámide invertida.
Esto tiene un impacto muy importante en lo que se denomina tasa de dependencia, que es la relación entre personas inactivas respecto al porcentaje de población en edad de trabajar. Actualmente, esta tasa es ligeramente superior al 50%, lo que significa que por cada inactivo hay dos personas activas. Las proyecciones para mediados de siglo apuntan a una tasa cercana al 100%, es decir, casi un activo por cada inactivo.
Esta evolución tiene importantes consecuencias en diversos ámbitos, especialmente en el de la financiación del sistema de pensiones. Recordemos que el sistema de pensiones español es de reparto, en el que una generación de trabajadores financia las pensiones de los jubilados de ese momento. Con esta tendencia, se contará con muchos beneficiarios (pensionistas) que cada vez perciben pensión durante más años, y pocos contribuyentes (trabajadores), lo que supone un foco de tensión para el equilibrio de las cuentas. También existen otras implicaciones, como la mayor necesidad de cuidados a mayores y de destinar recursos a situaciones de dependencia.
La esperanza de vida no deja de crecer
Cada año que pasa, vivimos dos meses más. Y este es un fenómeno que no tiene visos de detenerse. Las previsiones de esperanza de vida para mediados de siglo en España sitúan la de las mujeres en casi 91 años y la de los hombres en casi 87 años. Seremos uno de los países más longevos del mundo, junto a Japón, Corea del Sur, Francia o Suiza.
Vivir más es, sin duda, una buena noticia. Sin embargo, nos traslada la responsabilidad de planificar una vida más larga y más expuesta a vulnerabilidades como situaciones de dependencia. La jubilación es una etapa en la que, fuera del mercado laboral, existe poco margen para hacer frente a imprevistos. De ahí la importancia de planificarla con tanta antelación como desde el primer salario en nuestros inicios laborales.
