Toda terapia con animales se considera un complemento beneficioso al proceso terapéutico existente, ya que potencia y ayuda la adherencia al tratamiento.
Los animales que suelen utilizarse para realizar terapia son perros y caballos. Sobre todo los perros, que tienen una gran capacidad de adaptación y aprendizaje y, además, disfrutan de la relación que establecen con las personas.
En cuanto a las razas más adecuadas, destacan el golden retriever, el labrador o el pastor alemán, y en tamaño pequeño el bichón maltes o el bulldog francés. Sin embargo, las habilidades sociales, inteligencia y seguridad que demuestren tener son más importantes que la propia raza.
El caballo también aporta numerosos beneficios terapéuticos, porque es un animal muy sensible e inteligente; al igual que los delfines. Gatos, pájaros y otros pequeños animales domésticos son también opciones interesantes.
Cómo escoger el animal más adecuado es una decisión difícil y muy importante, y dependerá de los objetivos terapéuticos. Por ejemplo, jugar a la pelota con un perro motiva a las personas con tendencia sedentaria a que hagan ejercicio. Pero si el paciente tiene problemas de movilidad, lo mejor es un perro u otro animal capaz de permanecer quieto.
La facilidad de desplazar los animales también puede resultar determinante, es decir, un perro puede ir a cualquier lugar; mientras que un caballo no.
Algunos de los colectivos que pueden beneficiarse de las terapias asistidas con animales son: personas mayores con depresión, enfermos de alzhéimer, personas con discapacidad o enfermedad mental, adolescentes con problemas de conducta, mujeres víctimas de violencia de género, etc.
Las terapias asistidas con animales dirigidas a personas mayores trabajan las siguientes áreas:
- Cognitiva. Con el fin de estimular la atención, la concentración, la memoria, el lenguaje, la percepción sensorial y la toma de decisiones.
- Física. Se ocupa de la motricidad fina y gruesa, mejora el tono muscular y el equilibrio. También trabaja los gestos faciales y el lenguaje corporal.
- Emocional. El vínculo afectivo que surge entre el animal y los residentes favorece la capacidad de expresión emocional y mejora la autoestima. Asimismo, trabaja la memoria, los recuerdos y la autonomía emocional.
- Comunicativa. Aumenta la interacción entre los usuarios y el animal mediante gestos, diálogo, expresiones emocionales, etc. Esto afecta de manera positiva a las relaciones entre los mayores y sus familias, pero también con otros usuarios y con los propios trabajadores del centro.
