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Si tienes un trabajo remunerado, no tienes excusa para no ahorrar de cara a la jubilación

La realidad es dura e incierta, de eso no hay duda. Pero poco ayuda a superarla permanecer en una actitud expectante y pasiva en materia de ahorro para la jubilación.

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Si tienes un trabajo remunerado, no tienes excusa para no ahorrar de cara a la jubilación

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En los últimos meses muchas personas han mostrado su descontento ante las noticias de reforma del sistema público de pensiones en nuestro país. El miedo es libre, especialmente cuando no se comunica convenientemente desde el ámbito gubernamental, y es normal que la gente salga a la calle cuando oye que una conquista social como ésta les parece que corre peligro.

Dicen que el hombre es un animal de costumbres y esto parece ser verdad también en materia de jubilación. Las pensiones públicas a nivel contributivo, tal y como hoy las conocemos, quedan contempladas en la Ley de Bases de la Seguridad Social del año 1963. Anteriormente, hubo acciones por parte del sector público, si bien con carácter voluntario y sin cubrir a toda la población activa española. Desde entonces, la sociedad española fue confiando esta tarea al Estado y por esa razón es normal que los ciudadanos no se hayan preocupado en exceso de estos temas económicos de la jubilación, máxime cuando la pensión media en España viene a ser un 80% del último salario en activo.

Hoy la realidad del país es muy diferente, no tanto por cuestiones de coyuntura económica (bajo crecimiento, alto desempleo, bajos salarios, etc), las cuales antes o después se acabarán solucionando, sino más bien por razones de demografía: nuestro país es uno de los que soporta un mayor envejecimiento poblacional, a la vez que ostenta una alta esperanza de vida (en torno a 20 años desde que nos jubilamos). Lo segundo es un logro del que hay que estar orgulloso, pero ambos hechos constituyen un problema que afecta directamente a la sostenibilidad de las pensiones públicas y que tarda mucho más en solucionarse. Es especialmente a través de políticas natalicias, con resultados a largo plazo, como conseguimos resolver el envejecimiento poblacional.

Hasta que se solucione la demografía en España, no va a quedar otra que someter al sistema público a reformas. Ignorar la necesidad de éstas implicaría tirar todavía más de presupuestos generales del Estado (hoy estos sólo costean las pensiones de jubilación no contributivas o asistenciales), algo no muy aconsejable teniendo en cuenta el nivel de endeudamiento al que se enfrenta ya España (en breve llegaremos al 100% del Producto Interior Bruto).

En resumidas cuentas, si hay algo que me gustaría trasladar a todas las personas preocupadas por su pensión es lo siguiente:

1º) El sistema público de pensiones, tal y como lo conocemos, no va a desaparecer. Éste es una conquista social, elemento fundamental del estado del bienestar y eje vertebrador de la sociedad a nivel intergeneracional (entre jóvenes y mayores) e intrageneracional (entre personas con distintos niveles de renta). No es propio de una sociedad democrática y del mundo desarrollado volver a prácticas “espartanas” y abolirlo.

2º) El sistema público de pensiones va a ser sometido a reformas por parte de los poderes públicos, algo que se hará con mayor o menor premura en función de cómo evolucione la coyuntura económica del país, pero acabará haciéndose ya que es un tema exigido por las instancias políticas de la Unión Europea. En el fondo, la demografía afecta a la viabilidad del sistema y dejarlo tal cual está implicaría acabar con el fondo de reserva de la Seguridad Social y llevar al sistema a posiciones cercanas a la quiebra.

3º) Con independencia de lo que finalmente suceda en lo relativo a las reformas (años de cotización exigidos, fórmula de cálculo de la pensión pública, revalorización de la pensión, etc) hay una cuestión que una persona con una edad joven o media y que tenga la suerte de tener un trabajo remunerado no puede obviar y es la conveniencia de ahorrar por su cuenta para complementar su futura pensión.

Una persona en los 30 o 40 años tiene un horizonte como poco de 25 años hasta la jubilación. A lo largo de ese periodo, experimentará un mínimo de tres crisis con sus correspondientes fases de recuperación, asistirá a cambios normativos en Seguridad Social, cambios en el sistema impositivo, etc. En definitiva, una serie de eventos que le podrán beneficiar o perjudicar, ¿quién sabe?  Todo esto le vendrá dado, es lo que en economía se llaman factores exógenos. Sin embargo, en esos 25 años hay algo que sí que está en su mano y que le puede ayudar a gestionar ese riesgo de no saber qué va a pasar con su nivel de vida cuando se jubile. Esta variable que él o ella puede manejar es el ahorro que periódicamente vaya dotando para su jubilación. No hay nada más peligroso que jugársela a la pensión pública que nos toque de aquí a 25 años. Ojalá que llegado ese momento contemos con una pensión igual o mejor que las que se conceden hoy, pero 25 años son muchos años y pueden pasar mil cosas.

No hay experto que nos diga qué va a pasar a 25 años. Los modelos de predicción no dan resultados fiables. Entonces, ¿qué hacemos para gestionar este riesgo? Pues lo que han hecho los abuelos toda la vida: ahorrar, es decir, llegar a la jubilación con un monto de recursos que utilizaremos en mayor o menor medida en función de cómo nos encontremos la Seguridad Social en ese momento. En suma, un dinero que nos cubra ante esta indefinición.

¿Y en qué ahorro?

Hay muchas opciones y formas de ahorro: productos financieros, seguros de ahorro, vivienda, etc. Cada persona tiene unas necesidades de planificación financiera diferentes. Este artículo no es el foro para decirle a cada persona qué instrumento es el más indicado para ella. Me limitaré a dar dos reglas generales de cara a elegir el vehículo de ahorro para la jubilación:

1ª) Procurar elegir un activo que dé una rentabilidad igual o superior a la inflación a lo largo de este periodo de 20-30 años.

2ª) Escoger un producto que sea líquido en el momento en que necesitemos disponer de recursos para la jubilación. En lo referido a la segunda regla, todos sabemos los problemas existentes en el mercado inmobiliario español actualmente. Aquel que haya puesto todo su ahorro para la jubilación en vivienda ahora se encuentra con un mercado poco líquido tanto para vender como para alquilar.

En consecuencia, aquellas personas que dispongan de recursos conviene que los repartan en distintos activos y productos de ahorro. La regla de la diversificación puede considerarse como regla de oro en este tema. Y para la gran mayoría de los que no tenemos esa suerte de disponer de tantos recursos, la mencionada cualidad de la liquidez en el momento del rescate es algo que deberemos tener muy en cuenta.

La realidad es dura e incierta, de eso no hay duda. Pero poco ayuda a superarla permanecer en una actitud expectante y pasiva en materia de ahorro para la jubilación.

 

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