El bienestar en la futura jubilación es una preocupación que crece exponencialmente entre los trabajadores españoles. Nuestro país ha sido y sigue siendo actualmente uno de los más rezagados a la hora de planificar la jubilación, principalmente porque ha existido siempre la creencia de que la pensión pública que provee el Estado es garantía de tranquilidad en la jubilación.
Esta aseveración, que sin ser del todo cierta, se ha basado en la existencia de un generoso nivel de pensiones públicas en España en relación al último salario en activo. Para un ejemplo de salario medio, un trabajador que accede a la jubilación en España pasa a percibir a través de su pensión pública un 75% de los ingresos que percibía en su etapa previa a la jubilación. Por ponerlo en perspectiva, este indicador (conocido como tasa de sustitución) apenas supera el 60% como media de los países de la OCDE.
Esta realidad está cambiando y de forma muy notable. La actual generación de trabajadores, que accederán a la jubilación en las próximas décadas, se encontrará con que las prestaciones públicas que provee el Estado serán considerablemente menores. En estimaciones de organismos como la OCDE, la tasa de sustitución anteriormente descrita puede descender en España a mediados del siglo actual hasta niveles del 60% o incluso inferiores, arrastrada principalmente por 3 variables:
- Una mayor longevidad.
- Una descendente natalidad.
- El impacto de las diversas variables macroeconómicas en las cuentas públicas.
La principal cuestión tras estas conclusiones es: ¿Podrá mi pensión en dicha futura realidad colmar mis futuras expectativas en mi jubilación?
Mayor preocupación respecto a la futura jubilación
El nivel de preocupación tanto a nivel de individuos como en el ámbito de la empresa sobre la futura jubilación es creciente. Según recoge el IV Estudio sobre las Pensiones en España de la consultora Towers Watson, el 46% de las empresas considera este asunto como algo prioritario, y se espera que este porcentaje se incremente hasta el 76% en los próximos diez años. Entre los trabajadores, la preocupación es aún mayor, siendo actualmente el 59% los que consideran la jubilación una cuestión prioritaria, porcentaje que aumentará en 2025 hasta el 92%.
Existe un exponencial incremento en la conciencia de que no se debe en ningún caso fiar el bienestar de la futura jubilación exclusivamente a los ingresos provenientes de la pensión pública, siendo necesario contar con un ahorro individual que permita complementar esa pensión pública cada vez menos generosa en términos relativos y situar el nivel de vida en la jubilación en el punto deseado.
Además, es importante tener en cuenta que la jubilación no supone en muchos casos una etapa en la que los gastos descienden drásticamente, sino que tiende a haber una transformación de los gastos propios de la vida activa por gastos inherentes a la vida laboralmente inactiva. Y así debe ser en la medida en que debemos aspirar a una jubilación plena y activa: algunos querrán aprovechar para viajar, otros para cultivar otras aficiones.
Por último, no es la jubilación una etapa en la que estemos exentos de posibles imprevistos: gastos derivados de cuidados médicos, situaciones en las que queramos ayudar a hijos o nietos, etc.
Por tanto, el ahorro cumplirá una importante labor de cubrir estos gastos no ordinarios, más allá de complementar mes a mes los ingresos procedentes de la pensión pública.
