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“Si hubiera planificado mi jubilación, ahora no estaría condenado a recibir una pensión de 800 euros”

Fernando tendrá que afrontar su jubilación con 800 euros de pensión pública, ni la mitad de su salario en los últimos años. Tiene algunos ahorros pero le pesa no haberlos hecho crecer invirtiendo en vehículos financieros.

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“Si hubiera planificado mi jubilación, ahora no estaría condenado a recibir una pensión de 800 euros”

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Fernando es autónomo, ha trabajado toda su vida en la construcción: desde los 15 años que su padre le llevó a trabajar con un grupo de albañiles, algunas horas al día para ayudar a la economía familiar, y hasta el presente. Cuando empezó a trabajar ya a jornada completa decidió hacerse autónomo, ya que acabó él mismo liderando su propio grupo de peones de la construcción, y nadie podía hacerle un contrato de trabajador por cuenta ajena.

Sus decisiones fueron rápidas y fáciles, según cuenta. Desde el primer momento, cotizó por la mínima y no fue hasta los últimos años en los que su asesor le recomendó elevar sus niveles de cotización. Pero precisamente han sido esos últimos años los que más difíciles han sido para él desde el punto de vista laboral: meses sin trabajo debido a la crisis económica derivada de COVID19 y encargos inestables provocaron que no siempre pudiera elevar esas cotizaciones todo lo que le hubiera gustado para mejorar sus prestaciones de jubilación en el futuro. Ahora, sabe que le espera una pensión pública de unos 800 euros mensuales, ni la mitad de su salario de los últimos años, que ha ascendido a cerca de 2.000 euros. Y sabe que no podrá mantener su nivel de vida actual.

Fernando ha ahorrado pensando en su futuro, eso sí, pero reconoce que su ahorro se ha centrado en pagar su casa, los gastos universitarios de sus hijos y que no ha logrado reunir una cantidad suficiente como para vivir 20 años tras la jubilación, por lo que necesitará la pensión pública con urgencia. Además, explica que, ante la desconfianza que tiene con respecto a los bancos, algunos de esos ahorros los tiene en casa, por lo que ha perdido poder adquisitivo con los años (por el efecto de la inflación); es decir, sus ahorros valen ahora menos que cuando los reunió.

En diciembre cumple 63 años y, al hacer balance, tiene claro que no lo ha hecho todo lo bien que hubiera podido. Así, al hablar de la posibilidad de invertir en fondos de inversión o planes de pensiones, y mantener ese poder de compra protegiéndose de la inflación a la vez que hacer crecer los ahorros, le pesa no haber tomado decisiones con mayor anticipación. De hecho, reconoce que podría haber ahorrado 50 o 100 euros todos los meses y haber construido ahora una importante cantidad para su retiro. "Si hubiera planificado mi jubilación, ahora no estaría condenado a recibir una pensión de 800 euros", dice.

Fernando espera la llegada de su jubilación con resignación: a lo largo de todos sus años de trabajo ha conseguido ahorrar una cantidad digna para vivir en su jubilación y recibirá del Estado menos de la mitad del salario actual cuando se jubile. Dice que ya es tarde para ahorrar, pero los asesores le han explicado que no es así. Aunque estos años que le faltan de cara a su jubilación son solo dos, siempre está a tiempo de hacer crecer sus ahorros y protegerse del efecto de subida de los precios. Por eso acaba de entrar en un fondo de inversión, con la pretensión de ahorrar con fuerza hasta que se jubile y de seguir ahorrando en su jubilación, tratando de sacar el máximo partido a los 800 euros que le pague el Estado.

Sin deseos cumplidos

Un deseo que no puede cumplir, pese a la dureza de su trabajo, es el de jubilarse anticipadamente. Y eso es lo que más le pesa de sus malas decisiones de ahorro: sabe que podría hacerlo de tener una mejor situación financiera. Pero no puede hacerlo, aunque ahora no tiene trabajo, por las penalizaciones que eso implicaría en su prestación.

Por eso, espera resignado el momento de su jubilación, teniendo que pagar a la Seguridad Social aunque ahora solo trabaja de forma esporádica, mes sí y mes no, y sabiendo que sus ingresos serán limitados en el futuro. Eso sí, con la esperanza de que sus ahorros, con los que no ha realizado planificación alguna aunque ahora sí introduzca parte de ellos en un fondo de inversión, le den de sí lo suficiente como para hacer frente a todos sus años de vida.

 

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